¿Qué está diciendo Jesús a ellos y a
nosotros? Nadie puede entrar al cielo si su amor, su adoración y sus deseos
están centrados en las posesiones materiales. Es cierto que con el dinero
podemos comprar muchas cosas, como dice el comercial de una tarjeta de crédito,
pero la riqueza, la prosperidad, jamás puede comprar el derecho a ser salvo, a
tener la vida eterna. La Biblia es muy clara: No hemos sido adquiridos por oro,
plata o piedras preciosas, sino por la sangre que Cristo derramó para
regalarnos la salvación.
No es la riqueza la que impide la entrada
al cielo. No es verdad que los ricos hayan perdido la posibilidad de ser
salvos, tampoco ser pobre, como dicen los falsos teólogos de la liberación, es
lo que da la salvación automática. La salvación la recibimos por gracia de
Dios. Tener otros dioses condena, pero también lo hace el pensar que podemos
ganarla o comprarla con dinero o buenas acciones, porque esa actitud es
rechazar la gracia de Dios y despreciar a Cristo y su obra redentora.
Para Dios no hay imposibles. Eso lo
entendemos al leer la promesa que le dio a un delincuente moribundo que estaba
a su lado el día de la crucifixión. Humanamente podemos pensar que este hombre
iría al infierno por sus delitos, pero Cristo dio la fe a su corazón, y este
fue envuelto en su gracia. Por eso sabemos que está en el Paraíso. No por lo
que hizo, porque eso le mereció la pena capital, sino por lo que Cristo hizo por
él que lo libró de la condena eterna.
Lo mejor que podemos hacer por los jóvenes y por nosotros mismos, es escuchar y
creer que Cristo es camino de vida y su sangre nos limpia de todo pecado.
Prediquemos la Palabra de Dios a ellos y confiemos que el Espíritu Santo haga
el trabajo de darles la fe para que su mirada esté centrada en el lugar
correcto, donde está Cristo, autor y consumador de la fe.
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