jueves, 1 de noviembre de 2012

¿por que los jóvenes nos alejamos de Jesús?

no podemos olvidar el gran porcentaje de chicos y chicas que en las últimas décadas se han apartado de la Iglesia. Sin embargo, esto no quiere decir que la Iglesia los haya perdido. El materialismo y el libertinaje que se acentúan en nuestra sociedad, son las principales causas de este alejamiento. 

Por otra parte, nos encontramos con un factor curioso, dado que los jóvenes que, en cierta etapa de su existencia dejan de lado la vida en la Iglesia, con el paso del tiempo regresan a ella, al darse cuenta de que no hay otra verdad mas que Cristo y su Iglesia.

Podemos decir que el joven, por su dinamismo y vitalidad, responde rápido a la llamada de evangelizar a los que no conocen a Dios. Así, nos encontramos con fuertes y sólidos grupos parroquiales, misioneros jóvenes, catequistas... aquí hay que tener en cuenta, también, la vida de oración. No se puede ir por la vida simplemente con un activismo pragmático. Hay que saber compaginar bien la acción con la oración. Esto depende de la Iglesia, y más concretamente del sacerdote. Allí donde hay un sacerdote santo y celoso, por lógica se encuentra una juventud santa e intrépida, capaz de olvidarse de sí misma para entregarse al prójimo sin medida. Pero por el contrario, allí donde parece que la Iglesia ha perdido a la juventud, quizás la clave para superar esta escasez está en intensificar la unión con Dios, para que una vez que el joven llene su corazón de Dios, sienta un fuego que le queme y le haga transmitir su experiencia a los demás.

La Iglesia no ha perdido a los jóvenes. Sólo habría que recordar Denver, Manila, Santiago de Compostela, y la historia personal de tantos jóvenes que, cansados de una vida sin Dios buscan desesperadamente alguien que les habla de Él. Ese alguien, ahora, se llama Juan Pablo II, por eso le siguen. Basta con ver los encuentros del Papa con los jóvenes para darse cuenta de la sed que ellos tienen de seguir ayudando a la Iglesia.

Más bien sería la juventud la que ha perdido a la Iglesia. Es cierto que en las últimas décadas la sociedad ha sufrido una profunda revolución. Las ideologías materialistas y ateas de principios de siglo, la confusión de los años sesenta y la provocada por algunas interpretaciones erróneas del mensaje del Concilio, etc., han ido dando paso a una sociedad cada vez más secularizada, en la que Dios ha quedado al margen. Los jóvenes de hoy sufren las consecuencias de esta falta de jerarquía de valores, de la pérdida de lo trascendental, y se alejan, efectivamente, de la Iglesia. 

Pero también podemos sentir la nueva primavera de la Iglesia, que viene de la mano precisamente de los jóvenes. Ellos se sienten hastiados de un vacío existencial que no les ha llevado a nada, y se comienzan a volver a la fe en espera de una respuesta más trascendental. No debe dejar de llamar la atención los encuentros masivos del Papa con los jóvenes, el incremento de los misioneros y el todavía tímido pero creciente aumento de las vocaciones a la vida religiosa y sacerdotal. 

Alguien dijo una vez que “el siglo XXI, o es un siglo religioso, o no será en absoluto”. Creo que esto se aplica de manera especial a los jóvenes. 

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